Decir que la historia de Walter es única es una falacia tan
grande como decir que es él el accionista mayoritario de la fortuna que
significa conocer los milagros de, como dijo Eduardo Galeano alguna vez, “el Dios más humano de todos los dioses”.
Walter es Walter Rotundo. Y lo que lo une a la mayoría de los mortales argentos
es el amor por su bandera representado en
Diego Armando Maradona. Lo que lo diferencia de los demás es el camino que
tomó para homenajear al 10: haber llamado a sus hijas mellizas Mara y Dona.
Sí, el tipo fue padre de dos hijas a la vez y llamó a una
Mara y a la otra Dona, llevando de esta manera su amor por Pelusa al seno mismo
de su familia y de su hogar.
La “Religión Maradoniana” no tiene la misma génesis en cada
uno de sus fieles. Están quienes lo vieron jugar en Argentinos Juniors y
sellaron su amor por Diego allá por fines de los ’70. Hay otros que recién lo
aceptaron cuando se puso la camiseta de Boca a principios de los ’80. Ni hablar
de los hinchas de Barcelona o, más aun, del Nápoli, quienes todavía inflan el
pecho y nombran a Maradona como propio. Aunque indudablemente fue la tarde del
22 de junio de 1986, en el Estadio Azteca, la que dio origen en nuestras
tierras a la Religión Maradoniana propiamente dicha: gol con la mano y un
desparramo histórico ante los ingleses transformaron a Diego Armando Maradona
en Prócer, o en Dios.
Pero la historia de Walter va un poco más allá (o más acá)
en el tiempo. Él nació en 1982 por lo que no tiene recuerdos estables de 1986.
Sí del ’90 y del ’94, años en los que el final del cuento no fue con sonrisas,
sino más bien todo lo contrario: “Cuando
vi llorar a Diego en la final del Mundial 90, algo se instaló para siempre en
mi alma y en mi corazón. Yo tenía 8 años y pensaba que él lloraba solamente por
haber perdido un partido. Para mí eso era suficiente, porque yo también lloraba
cuando perdía, y nunca se lo había visto hacer a un jugador, y mucho menos en
un Mundial, con mi camiseta puesta. Después vino el Mundial ’94, yo era un poco
más grande y empecé a entender que aquellas lágrimas en Italia escondían mucho
más que una derrota deportiva: este tipo se le había plantado al Poder y se lo
estaban haciendo pagar. Por eso, si me preguntás por qué soy maradoniano es por
la final del ’90. Si me preguntás desde cuando lo soy, desde 1994. Luego supe
lo de los goles a Inglaterra, el campeonato ganado en México y todo el quilombo
que significó Maradona para la FIFA. Puros argumentos positivos para la
decisión que había tomado: amar a Diego por el resto de mi vida”.
Claro que ninguna de estas líneas hoy estaría escribiéndose
si este porteño, nacido en Floresta e hincha de Arsenal de Sarandí, no le
hubiera rendido a Maradona este particular homenaje: “La historia de los nombres de las nenas tiene su origen cuando yo
era muy chico. Escuché por ahí que una persona que había trabajado en Nápoles
con Diego, había tenido dos hijas y las había llamado Mara y Dona. Te hablo del
año 90 ó 91. ¿Viste cuando te dicen ‘nunca te olvidás de andar en
bicicleta’? Bueno, yo nunca me olvidé de esos nombres. Y con el correr de los
años adopté esa idea como el homenaje que necesitaba hacerle al Diego. Tener
dos hijas y llamarlas Mara y Dona”.
Walter conoció a Stella Maris en el año 2001 y antes de
proponerle cualquier acto romántico le aclaró: “Nosotros algún día vamos a tener dos hijas. La primera se va a llamar
Mara y la segunda Dona. Ella me dijo que sí, aunque me preguntó cómo estaba tan
seguro de que íbamos a tener dos hijas mujeres. Después de casi 10 años de
relación, con algún impasse en el medio, Stellita quedó embarazada. Fue a fines
del año 2010, imaginate que no estaba terminando de la mejor manera después de
la eliminación en Sudáfrica y el alejamiento casi definitivo de Diego de la
Selección. La noticia de mi próxima paternidad le dio un giro de 180 grados a
ese fin de año. En febrero del 2011 nos enteramos que había dos bebés en el
vientre de mi mujer. Y en abril, yendo a la ecografía en la que nos
enteraríamos el sexo, fue Stellita quien me miró y me dijo ‘Si son dos nenas,
son Mara y Dona’. Ya estaba todo dicho”.
El sueño de Walter de ser papá ya estaba en marcha. Y
conjuntamente su más sentido homenaje a Diego Armando Maradona, quien no tardó
demasiado en enterarse de lo que se venía. Fue durante la “celebración” de los
25 años de los goles a los ingleses, en junio del 2011 y con las mellizas aun
sin nacer, que en el programa radial “Perros de la Calle” le hacen una
nota al 10 y le comentan que Mara y Dona estaban en camino: “Yo estaba laburando. Una semana antes, mi
hermana había llamado al programa de Andy Kusnetzoff para contar que se venían
sus sobrinas, por lo que mi caso empezó a tener
trascendencia, pero nunca imaginé escuchar a Diego dedicándome su
agradecimiento por lo que se venía. Me puse a llorar como un nene. Creo que
cuando alguien hace un homenaje, lo que más desea es que el homenajeado se
entere. Nunca pensé que sería tan rápido. Inesperado”.
Lejos de abalanzarse sobre su ídolo, Walter optó por
mantener su postura de dejarlo en paz y quedarse con aquellas palabras de
Maradona enterándose de Mara y Dona. Recibió unas camisetas del Al-Wasl
firmadas por el 10, cuando éste dirigía al equipo árabe, y se generó un vínculo
con Dalma, la hija mayor de Diego: “Dalma
es actriz y debutó en teatro con un unipersonal titulado ‘Hija de D10S’, en el
que contaba todo lo que significaba ser la hija del más grande. Y en uno de los
pasajes de la obra, las nombraba a mis hijas, con fotos y todo. Fui a verla el
día del estreno, nos saludamos y desde ahí quedamos en contacto. Aunque fue
este año, luego de una aparición de las nenas en TV (en el programa “Las
Puertas” de Guido Kazcka) que Dalma se comprometió a presentarme al papá y
poder darle ese abrazo que tantos de nosotros le debemos. Sinceramente no tengo
apuro por ese encuentro. Quiero que se dé cuando Diego quiera y disponga.
Mientras tanto soy feliz viéndolo dirigir a 13.000 kilómetros de distancia,
lejos de la mala leche y las comparaciones odiosas”.
Este año las hermanas Mara y Dona fueron bautizadas en la
Iglesia Maradoniana, en la ciudad de Rosario. Porque claro, la Religión
Maradoniana como todas las demás tiene, aunque itinerante, su templo: “La Iglesia surge a fines de los ’90, un 30
de octubre, cuando tres amigos rosarinos se cruzan y uno les dice a los otros
dos ‘Feliz navidad’. Hernán (Amez), Alejandro (Verón) y Héctor (Campomar)
arrancaron con esta linda locura. La Iglesia tie
Walter Rotundo, argentino y Maradoniano. Padre de las mellizas Mara y Dona, quienes reconocen en Diego a un ídolo, aunque todavía no entiendan bien por qué. “Ellas tiene sus segundos nombres, Delfina e Isabella, por lo que podrán elegir ser llamadas así si lo desean, aunque no lo creo. Están muy contentas con sus nombres y, si bien a veces recibo algunas críticas de mal gusto, a las nenas sólo le llegan muestras de amor y buena onda por sus nombres. Algún día les voy a explicar por qué elegí apoyar en ellas mi amor por Diego, y se sentirán orgullosas de mi elección”.
Fenomenoooooooo Walter querido y las mellis un amor. Aguante el diego .
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